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Virginia Ramirez

Reflexionar sobre el trabajo sexual masculino en la Ciudad de México

El trabajo de campo en las calles de la ciudad de México a lado de mujeres trabajadoras sexuales de calle me llevó a descubrir que este oficio no tiene género y, que los hombres también recurren a esta actividad como una opción laboral. Sin embargo, el escaso conocimiento que tenía en torno al trabajo sexual masculino estaba construido y alimentado por discursos mediáticos: los medios de comunicación y entretenimiento me hicieron creer que los hombres trabajadores sexuales no sufrían al ejercer esta actividad. Aunque la población de hombres inmersos en el trabajo sexual en algunas zonas del centro histórico de la ciudad de México es diversa, poco se sabe de sus demandas y experiencias como trabajadores sexuales. Las notas en medios de comunicación reconocen esta actividad como algo “clandestino” algo que se sabe pero que no es nombrado. El convivir con ellos me llevo a comprender que, los hombres inmersos en el trabajo sexual también sobreviven a la violencia, discriminación, adicciones y pobreza. Que estos son atravesados por una intersección entre clase, género, y lugar de origen. En tanto que la idea de masculinidad hegemónica con la que están construidos es uno de los motivos que les impide exponer sus demandas y vivencias. Poco se sabe de las experiencias que adquiere el servicio sexual por parte de los hombres, porque la prostitución y el trabajo sexual ha sido una actividad que oprime en su mayoría a mujeres. Sin embargo, los hombres trabajadores sexuales también son violentados física, sexual y emocionalmente. La única diferencia es que su identidad masculina (sustentada por la masculinidad hegemónica) no les permite hablar de sus problemas cotidianos. Autores como Benno de Keijzer explican que esto responde a que el proceso de socialización de los hombres se construye de presiones y límites. Los hombres no hablan de sus problemas de salud, económicos o emocionales porque serían considerados débiles o femeninos. (Keijzer, 2006). Los hombres son víctimas de su propia masculinidad, lo que les imposibilita reconocerse como personas violentadas que necesitan ser auxiliadas. El trabajo sexual es un ejemplo de ello. Bajo este argumento, esta serie de imágenes protagonizadas por “Dóberman”, activista y hombre trabajador sexual, tienen como objetivo exponer un fragmento de cotidianidad de lo que implica sobrevivir al estigma que representa ser hombre y ejercer el trabajo sexual en las calles de la ciudad de México. El lazo de amistad que se generó entre “Dóberman” y yo, conviviendo como voluntarios en un comedor comunitario, me llevó a comprender que la particularidad de los servicios sexuales que los hombres pueden llegar a ofrecer son complejas, diversas y que son solicitadas tanto mujeres como por otros hombres. La mayoría de estas actividades están encaminadas a la parafilia. Fue “Dóberman” quien me mostró las complejidades de este oficio como sujeto masculino, y aunque se reconoce como un hombre deconstruido, lo que le permite exponer abiertamente sus demandas y necesidades, él sabe que “el machismo” de sus colegas es lo que los imposibilita a reconocerse como hombres violentados. Pese a sus carencias económicas, “Dóberman” desde su trinchera como trabajador sexual de calle, busca ayudar a hombres Cis y de la comunidad LGBT+ trabajadores sexuales, haciendo pruebas de detención de VIH o colaborando como voluntario en comedores emergentes, siempre tratando de ser empático con sus colegas.

Dóberman con bozal

Herramientas de trabajo

Látigo

El amo Dóberman

Detrás del trabajo sexual masculino

Informarse antes y después de trabajar

Un trabajo para hombres solitarios