El 12 de octubre de 2020, aniversario de la llegada de Cristóbal Colón a América, uno de los edificios del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) fue tomado por un grupo de indígenas Otomíes residentes en la Ciudad de México. Según una nota pública emitida por la propia comunidad, la ocupación del edificio fue una respuesta a los 528 años que siguen enfrentando “el despojo, la discriminación, el racismo, el desprecio, el asesinato, el desplazamiento y el genocidio para nuestros pueblos originarios y comunidades indígenas; 528 años de invasión a nuestras tierras, saqueo y explotación de nuestras riquezas y recursos naturales, robo de nuestra identidad, cultura, lengua y tradiciones”.
Este grupo de Otomíes, originario en su mayoría de la región de Santiago Mexquititlán, en la parte sur del estado de Querétaro, tiene una larga historia de migraciones a Ciudad de México, en busca de mejores condiciones de vida. Por distintas razones, hubo picos en el flujo migratorio a partir de la segunda mitad de la década de 1950, cuando la Ciudad de México ya sufría una grave crisis habitacional. En este contexto, la mayoría de los migrantes indígenas terminaron viviendo en las calles, campamentos, mendigando o sobreviviendo en subempleos. El levantamiento armado neozapatista en el estado de Chiapas en 1994 reorganizó los movimientos sociales mexicanos, dividiéndolos en rebeldes, es decir, los que declararon apoyar al levantamiento, y no rebeldes, grupos que prefirieron no respaldarlo.
En ese momento, algunos grupos Otomíes residentes en la capital contaban con el apoyo de ciertos movimientos populares por vivienda como, por ejemplo, la UPREZ (Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata), que en gran parte no solo se alineó con el movimiento zapatista chiapaneco, sino que también se asoció con él.
Los colectivos familiares Otomíes también se dividieron entre rebeldes y no rebeldes, y el 12 de octubre de 2020, la porción de Otomíes neozapatistas decidió que ya no viviría en condiciones infrahumanas. En una acción histórica, este pequeño grupo se apoderó de las instalaciones del edificio federal del INPI y transformó este espacio en su propio territorio. El 12 de octubre de 2021, al cumplirse un año de la toma, la comunidad Otomí declaró oficialmente que donde antes funcionaba el organismo federal indigenista, ahora se conocería como la “Casa de los Pueblos y Comunidades Indígenas Samir Flores Soberanes”, un espacio de resistencia indígena y una trinchera neozapatista en el corazón de la Ciudad de México.
En este pequeño ensayo fotográfico seleccioné imágenes de diferentes contextos en los que se puede notar la vitalidad de la agenda de luchas y cómo se utiliza efectivamente el capital político de este grupo de indígenas residentes en la capital mexicana. Todas las ocasiones representadas en las fotos tuvieron el protagonismo o aporte fundamental de los Otomíes neozapatistas, y de alguna manera contaron con el espacio del edificio tomado como punto nodal y territorio de inmanencia de tales iniciativas.