En junio y julio el clima en la región del Papaloapan se vuelve un poco más amable. Las temperaturas, sin embargo, oscilan entre los 30 y 40 grados centígrados. El calor y la humedad de los árboles en las huertas produce un efecto de sauna que dificulta el recorrido entre los limonares, pero el trabajo no se detiene: se poda, se corta, se tira fertilizante, no se puede suspender el “manejo de la ha huerta” si se quiere conservar la “calidad” del producto.
El clima es un factor que determina los ciclos de producción y precio del limón. Los ciclos son el telón de fondo de la vida agrícola local, y se traducen en cambios drásticos en los ingresos de los productores. Estos vaivenes se encuentran cruzados por exigentes condiciones ambientales,[1] y sociales, marcadas por la presencia del crimen organizado. En fechas recientes aparecieron en una huerta de Casas Viejas, Veracruz, ocho cuerpos y después otros dos, de mujeres jóvenes que tenían semanas desaparecidas. Por tal razón, los pobladores de la comunidad han decidido no trabajar después de las cuatro de la tarde.[2]
El limón persa, apreciado en los Estados Unidos, se ha convertido en un commodity inserto en el mercado global, que poco a poco ha desplazado a otros cultivos locales, a la par que ha transformado las prácticas agrícolas en dos dimensiones: una tecnológica y la otra vinculada con la forma de representación del limón.
Respecto a la dimensión tecnológica, el cultivo exige la implementación sistemática y exponencial de agro-insumos.[3] Respecto de la dimensión representacional, se ha incorporado en el imaginario de los productores la noción de calidad en función de las expectativas del mercado norteamericano: el limón cascarudo, verde, rugoso, de calibre 200, 175 o 150 es el que “vale”, el que debe producirse, lo demás es considerado “de segunda”, “nacional” o “juguero” y en el peor de los casos: “desecho”.
El boom de precios de esta mercancía y su promesa de desarrollo se manifiesta como un horizonte que sostiene el anhelo de muchos hombres y mujeres. A través de la industria limonera se busca remontar la pobreza y el desempleo, e incluso, impulsar la reunificación familiar. El limón aparece como mecanismo para hacer viable que los hijos regresen de Estados Unidos. Mauricio, productor local, me compartió que gracias a que la huerta está dando buena producción, su hijo se animó a regresar de Los Ángeles.[4]
La industria del limón representa un buen negocio para los productores que poseen por lo menos una hectárea de huerta y recursos que les permitan sostener el consumo de agroquímicos para competir en el mercado de exportación. Para los demás, el limón es una industria a la que se incorporan de manera tangencial o como jornaleros.
La serie de fotografías que se presenta a continuación fue obtenida en la localidad de Bethania[5] y Mata Guitarra.[6] El tema retratado es el de los jornaleros en el proceso de acopio, momento en el que los productores acuden a los intermediarios para vender su fruta, la cual es trasladada a las empacadoras donde se preparan los cargamentos que serán colocados en EE. UU. por los brókeres.
Se acopia tradicionalmente los miércoles de cada semana, pues los precios se fijan los martes en el mercado internacional. Este precio es ajustado por los intermediarios locales considerando sus costos de operación (gastos de traslado, empaque, exportación, etc.) y ganancias. Los productores acuden a centros de acopio como Bethania y entregan sus “taras” (cajas de fruta con un peso entre 27 y 30 kilos). Normalmente los intermediarios identificados como “coyotes” compran las “taras” por unidad, aunque cada vez es más frecuente la aparición de otros modelos de negocio. El intermediario corporativo con quien establecí contacto en campo apuesta por un modelo que denomina “ganar-ganar” basado en la idea de “precio justo”, lo que implica la compra de mercancía según peso y calidad. Para este intermediario el precio es siempre un espectro con rangos, por ejemplo, en la semana 30 (que corre del 24 al 30 de julio) pagó el kilo de limón persa de exportación en un rango de 3 a 5 pesos.[7] Los mejores precios son para los productores que se han ganado la confianza de los pesadores.
Los pesadores son empleados del intermediario corporativo en campo; se encargan de recibir la mercancía en el acopio. Ahí, algunos jornaleros les ayudan a realizar el proceso de recepción que inicia con una maniobra llamada “traspaleo”, es decir, pasar la fruta de una tara a otra para que el pesador la revise y asigne el rango de precio aplicable y, finalmente, determinar el monto a pagar. En la asignación de precios operan criterios técnicos (rugosidad, diámetro, grosor, color, limpieza), pero también vínculos de confianza. A los productores de “confianza” no se les revisa la mercancía y se les da el mejor precio.
Los intermediarios buscan asegurar las relaciones de confianza con los productores para garantizar el suministro que les permita satisfacer la demanda de sus clientes, brókeres internacionales.
[1] El aumento creciente de temperatura, combinada con la degradación de suelos producida por el cultivo intensivo, así como el agotamiento paulatino de los pozos que conlleva a la apertura de otros cada vez más profundos son algunos de los ejemplos de las complejidades ambientales del proceso de cultivo en la zona.
[2] Testimonio obtenido en converzación con un productor local. Diario de campo, municipio de Juan Rodríguez Clara, 27 de julio de 2022.
[3] Fertilizantes, fungicidas, nutrientes elaborados a base de azufre, calcio y cobre.
[4] Diario de campo, localidad San Felipe de la Peña, municipio de San Juan Bautista Tuxtepec, Oaxaca, 11 de abril de 2022. El nombre de Mauricio ha sido empleado para resguardar la identidad del colaborador.
[5] Municipio de San Juan Bautista Tuxtepec, Oaxaca.
[6] Municipio de Ignacio De La Llave, Veracruz.
[7] En la temporada de marzo-abril el kilo de limón en huerta llego a 70 pesos el kilo en huerta.