En Cali (Colombia), en el límite oriental de la ciudad, fue inaugurado en 2013 el barrio Llano Verde, sector creado mediante un proyecto estatal de vivienda 100% gratuita, para reubicar víctimas de desplazamiento forzado, habitantes de zonas en alto riesgo de desastre y desmovilizados de grupos armados. La mayoría de habitantes de este barrio son afrodescendientes, originarios principalmente del Pacífico colombiano, macro-región que ha sido altamente impactada históricamente por el conflicto armado. Llano Verde cuenta con 4320 viviendas (construidas en lotes de 9 x 3,5 mts) y cuenta con 30 mil habitantes aproximadamente, es decir, un promedio de 7 personas por vivienda.
Donde termina el barrio inicia una gran extensión de cultivos de caña de azúcar, principal producto de la región manejado por unas pocas familias terratenientes. Allí, en medio de los cañaduzales, hacia el medio día del 11 de agosto de 2020, cinco adolescentes entre 14 y 16 años fueron asesinados, hecho que fue conocido en Colombia como la Masacre de Llano Verde. Una de las versiones señala que fue un castigo por ingresar al cañaduzal y un mensaje para que los habitantes del barrio dejaran de visitar estos terrenos.
Luis Fernando Montaño, Álvaro José Caicedo, Jair Cortés, Jean Paul Cruz, y Léider Cárdenas, fueron rodeados por tres hombres que los obligaron a arrodillarse y luego dispararon tiros de gracia a cada uno; los cuerpos tenían signos de tortura. Sus familias los encontraron a eso de las 7 de la noche después de buscarlos toda la tarde, afirman que no fue fácil hallarlos, pues los asesinos trataron de ocultarlos entre la caña. Los menores de edad, todos afrodescendientes, vivían con sus familias en Llano Verde.
En este sector de la ciudad inicié mi trabajo de campo en mayo de 2021, con visitas regulares para conocer el barrio y hablar con sus habitantes durante tres meses. Una de las primeras personas que conocí fue Álvaro José Caicedo; su hijo Alvarito (así le dicen para diferenciarlo de su padre), de 15 años, fue uno de los adolescentes asesinados.
Volví a Llano Verde en mayo de 2022 y para continuar mi trabajo de campo decidí quedarme a vivir allí en lo que resta de este año. Durante mi estadía se cumplieron dos años de la masacre y se realizaron actos conmemorativos que incluyeron una visita al cementerio y un evento en el colegio principal del barrio. Algunas de las imágenes que capté ese día constituyen la mayor parte de esta muestra.
Aunque he conocido a muchas personas habitantes del barrio y a otras madres y padres de los adolescentes asesinados, mi contacto más cercano ha sido con Álvaro, quien además ha sido mi principal guía para conocer el lugar; por ello, esta muestra fotográfica se centra en él y su relación con su hijo muerto, la forma en que lo recuerda y, a través de él, la forma en que se ha construido la memoria sobre este hecho en Llano Verde.
El tema de la masacre y esta muestra fotográfica, representan solo una parte del trabajo etnográfico que estoy realizando, en el que pretendo rastrear el entramado de violencia histórica, social, económica y política al que han sido sometidos los habitantes del oriente de la ciudad de Cali y en el que Llano Verde constituye un caso de estudio donde confluyen y se pueden evidenciar todas estas violencias.